viernes, 11 de septiembre de 2015

SENSACIONES DE HUNGRÍA (5) : NOCHES DE VERANO EN HUNGRÍA

Me impresionaron las tranquilas noches veraniegas de las ciudades provinciales húngaras.
Hungría tiene clima continental: es muy calurosa en Verano, aunque la temperatura baja algo por la noche. Los húngaros aprovechan, entonces, para salir, como en nuestras antiguas ciudades de provincias. Parejas jóvenes o mayores, grupos de amigos, familias, pasean o toman algo en las terrazas de bares o restaurantes.

La noche de Verano en la calle
Vivimos situaciones parecidas en la plaza mayor de Gyor, trazada con cordón, cuadrada, barroca, atestada de cafés repletos; o en la de Eger, con los restaurantes desbordándose hacia el río y donde tocaban los violinistas; o en Pecs, con la gente paseando por la calle mayor, delante de un hotel de estilo “sezession”.

Disfrutamos de una noche muy especial, en el Lago Balaton, frente al que se celebraba la gran fiesta de Verano. Cantos y bailes folklóricos: sus ritmos nos recordaban los cuartetos de Haydn; sus disonancias populares, los cuartetos de Bartok. Chiringuitos al aire libre que vendían carne asada o queso; bares improvisados, que vendían vino blanco. Música, alegría, fuegos artificiales …







El silencio de la noche
Todo lo anterior no era nada, comparado con el punto final: las silenciosas noches. Siempre dormíamos con las ventanas abiertas, por el calor. Desde la calle, casi siempre arbolada, a veces con un parque, un lago, o un un río cerca, subía el mágico silencio del Verano; esa mezcla de silencio, serenidad y algún rumor de fondo, tranquilo, casi imperceptible.


En los antiguos conventos, hoy paradores, el silencio subía, arropado por el rumor de los árboles del claustro. 
En el Lago Balatón, nos llegaba el silencio, mezclado con rumores de olas y ruidos de final de fiesta, algo de música, risas tranquilas, una conversación acabando en un bar.








En las montañas del Norte, subía el aire fresco de la noche, oía el movimiento de los árboles y los tranquilos ruidos del bosque: grillos, búhos, aleteos. 

En Eger, oí el tenue rumor de película lejana y antigua, en un cine al aire libre.

En Tisza, nos rodeaba el tranquilo movimiento del lago, de la piscina.







Las ciudades húngaras transmitían, cada noche, una sensación especial: de alegría, paz, equilibrio; de veranos ya perdidos de mi juventud en Barcelona, Santander o Lleida.
En nuestros viajes de Verano, siempre experimento una “noche especial”, siempre tengo esa misma sensación de plenitud. Quisiera prolongarlo, aunque sé que no será así: al día siguiente, y todos los días, la vida seguirá su ruta. Pero siempre conservo esta sensación, año a año. En Hungría he tenido la suerte de disfrutarlo cada noche.


REMBRANDT VAN RIJN

REMBRANDT VAN RIJN