Los
elementos comunes, que unifican Hungría, no ocultan las diferencias regionales.
El
Trans Danubio Norte, junto al río, avanza hacia el Sur. Verde,
colinoso, de mayor influencia (y control) austríaca.
Ciudades
barrocas, construidas frente a los turcos. Gyor, de plano trazado a
cordel y plaza central con colegio jesuita e iglesia imitando el
Gessú de Roma. Mercè y Beth en Gyor.
Sopron, tan cerca de Austria, que decidió en referendum en qué país se quedaba, y aspecto de pueblo austriaco: calles medievales y edificios barrocos.
Beth y yo en la plaza mayor de Sopron: iglesia
gótica y columna de la peste barroca.
Sobre
colinas, iglesias barrocas y restos de castillos, vigilando el
Danubio o el llano.
Beth en Hesztergom, capital religiosa de Hungría, sede del arzobispo primado. Desde la catedral, en sobre colinas, mirando al Danubio.
Palacios
rococó dieciochescos de aristócratas, a veces nacionalistas; otras
pro Habsburgo, como los Hesterghazy, patronos de Haydn durante 30
años.
Beth y Mercè, ante el palacio del Conde Istvan Sezcheny, héroe de la ilustración húngara, ingeniero, modernizador rural, reformador social, constructor, industrial, liberal, patriota y ... colaborador con los Habsburgo.
Nos
hemos bañado en el Lago Balaton.
Ambiente
de Verano Azul años 60: prados llenos de familias, fiestas
populares, caminos de bicis, viejas infraestructuras desbordadas.
Beth y yo en la península de Tihany, en el Lago Balatón.
Las famosas playas del Lago Balaton, abarrotadas, mucha gente flotando tranquilamente con
el agua (semicaliente) hasta la cintura: haces pie, por más que te
metas.
Hemos conocido el Sur.
Pecs
(ellos pronuncian “Pich”), de clima, comida y vino mediterráneos.
Tanto tiempo ocupada por los turcos, que todavía quedan dos
mezquitas casi intactas. Su plaza central, símbolo de Hungría:
mezquita turca, iglesia y palacios barrocos Habsburgo, edificios
“Sezession” del S. XIX.
Beth
y yo, ante la antigua mezquita turca de Pecs.
Nos gustó el Norte montañoso, más allá de Budapest, frontera con Eslovaquia.
Un
par de días con menos asfixia calurosa. Montañas verdes y boscosas:
robles, castaños, hayas, abetos, donde se practica el esquí y el
senderismo. Höllokö, especie de pueblo “antropológico”, al
estilo del Norte de Rumanía: pre-moderno, aunque menos primitivo.
Beth
y Mercè en Höllokö.
En el Norte, está Eger, otra ciudad arrasada por los turcos y transformada por los austro-húngaros: plano urbano en parrilla, iglesias góticas barroquizadas, edificios oficiales decimonónicos, cajas de zapatos soviéticas. Allí vemos bastantes turistas de los países vecinos del Este: polacos, eslovacos, rusos.
Beth
y Mercè en Eger la barroca y austríaca plaza mayor de Eger.
Acabamos
en la Gran Llanura húngara.
La
Puszka. Conocida históricamente por sus aguas subterráneas y ríos,
sus rebaños de vacas y ovejas y por … sus vaqueros a caballo. Todo
es hoy -en gran parte- un reclamo turístico: monte a caballo,
fotografíese con un vaquero, coma en una granja … El río, los
cenagales y cañizares se han controlado, para desarrollar la
agricultura; alrededor del gran lago artificial del Tisza, han
organizado una réplica elitista del popular Balaton.
Beth
y Mercè, desde el hotel, ante el Lago Tisza. Nos esperaba el último
día de baños.
Nos sorprendió que la gran ciudad de esta llanura rural y tradicional fuese Debrecen: universitaria y opositora a los católicos Habsburgo, primero como ciudad calvinista, después como foco independentista y liberal.
Beth
y yo, en la Gran Iglesia de Debrecem. Calvinista, por eso no es
catedral. De época Habsburgo, pero no barroca: los burgueses,
protestantes y nacionalistas húngaros, financiaban la iglesia y
marcaban distancias con el régimen.
Mañana: Diferentes hoteles, distintas formas de vida.
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