lunes, 22 de diciembre de 2008

SANTIAGO NADAL GAYA - VERONA Y ARGEL

Mi padre se llamaba Santiago Nadal Gaya. Era redactor-jefe de la Sección Internacional del periódico LA VANGUARDIA de Barcelona (España). Era monárquico liberal, y opositor a la dictadura del General Franco; era miembro del Consejo Privado de D. Juan de Borbón, aspirante a la corona, considerado el rey por sus partidarios, enfrentado a Franco; D. Juan era el padre de D. Juan Carlos, actual Rey de España.

Santiago Nadal defendió, desde LA VANGUARDIA y el semanario DESTINO, posiciones monárquicas y de centro, frente al autoritarismo del régimen franquista. Desde ambas publicaciones, defendió la postura de los aliados (especialmente el Reino Unido), frente al eje nazi-fascista. Después de la guerra, fue condecorado por los gobiernos británico (Victory Cross) y francés (Legión de Honor).

En 1944, Santiago Nadal escribió un artículo, llamado «Verona y Argel», que apareció en DESTINO. Denunciaba la violencia derivada de la política y es fácil atribuirle clave española: «¡Basta ya de depuraciones, de expedientes de «justicia estricta», de «limpieza», de tribunales políticos, de fusilamientos y de paseos legalizados!» clama el artículo. Fue encarcelado, por las claras alusiones contra la represión franquista, de ese artíuclo. Sólo la intervención de Josep Pla, el alcalde barcelonés Miguel Mateu y el ministro Carceller conseguirán que recupere la libertad.

Dice así.

VERONA Y ARGEL - Por Santiago Nadal

Proceso de Verona. Proceso de Argel. Justicia estricta, a rajatabla, según se dice. Y, sin embargo, de signo radicalmente contrario.

Unos hombres fueron fusilados por "traición" a un lado y otro, por "traición" al bando contrario. La ley, la supuesta ley se exige con un rigor tanto más implacable cuanto que en realidad, no existe. Se imponen actitudes heroicas y tajantes cuando el mundo está lleno de legítimas dudas y de espantosos terrores. Cuando son inextricables las situaciones dramáticas, las dudas íntimas de millones de conciencias honradas, brutales las imposiciones por un lado y por otro. Cuando la rueda de la fortuna sonríe hoy a unos y mañana a otros. Cuando la humanidad sabe menos que nunca lo que ha de hacer. Cuando todo esto sucumbe a instintos de venganza, al odio, la demagogia el miedo disfrazado de justo rigor, claman pidiendo justicia estricta, fusilamientos, depuraciones, sanciones, castigos, más dolores todavía sobre la desgraciada Humanidad en guerra.

Porque unos votaron dentro de unas leyes establecidas, lo que sus enemigos no querían. Porque otro tomó públicamente una actitud que, en uno u otro momento, bien pocos no han tomado en su patria creyendo con ello servirla. ¡Reos de muerte! ¡Reos de muerte!

Entre los horrores de una guerra causada por el odio y la incomprensión, los que podían evitarlo siguen sembrando mayores odios, incomprensiones cada vez más radicales. En una Europa de gobiernos surgidos al azar, al margen de espantosas catástrofes, cansados por el choque de potencia cósmica, he aquí que todos pretenden el legitimismo más estricto que el de los antiguos señores absolutos.

¡Traición al fascismo, resurgido por obra del extranjero y bien a precario! ¡Traición a la Tercera República que nadie sabe exactamente dónde para! No hay un estado de derecho casi en ninguna parte, y todos, sin embargo, pretenden recoger la más franca adhesión de todos. Y, si no: ¡pena de muerte! ¡Pena de muerte!

Bajo tanta "justicia", tanto "patriotismo", tanto "tribunal", no hay más, en realidad, que una verdad primordial: la sed de venganza, el odio, el despecho. Ya va siendo hora que todo esto se acabe si no se quiere que tristísimas noticias sucedan a las ya tristes que ahora van surgiendo.

La terrible, la inevitable palabra ha surgido ya: la guerra civil. Guerra Civil en el continente -oculta, tenebrosa y siniestra por ver la ocupación extranjera-: guerra civil late en las depuraciones de Argel. Mañana siempre la misma perspectiva. Si no se acaba todo esto, será Europa la que habrá acabado. O lo que es peor, habrá alcanzado la más repugnante de las etapas históricas: aquella en que junto a una civilización material avanzada dominará una implacable barbarie moral.

Está tardando en llegar la hora general de los grandes estadistas que hablen al mundo un verdadero lenguaje que la mayoría, sin duda, espera. Basta ya de depuraciones, de expedientes, de "justicia estricta", de "limpieza", de tribunales políticos, de fusilamientos y de "paseos tenebrosos".

Lo que la humanidad necesita es un periodo de verdadera justicia, de derecho, de irretroactividad de las penas, de "la buena fe se supone, mientras no se demuestre lo contrario", de "la aplicación de las penas, en caso de duda se hará en favor del reo", de paz, trabajo y reposo

¿Surgirá el grupo de estadistas que, en los países hoy en guerra, hable mi lenguaje llegada la paz? ¡Dios lo quiera, pero lo cierto es que, por ahora, por desgracia, no vemos ninguna todavía!

Proceso de Verona. Proceso de Argel. Tristes símbolos de una época. ¡Cómo deseamos un tiempo en que las gentes los califiquen con su verdadero nombre: farsas legales en que la pasión de la venganza se ha disfrazado con la toga de la Ley para ocultar los más primarios instintos del hombre airado!

1 comentario:

Carles dijo...

Bon dia,

Voldria posar-me en contacte amb vostè via correu personal per unes dades de la vostra família. Estic fent l'arbre genealògic dels Nadal metges. El meu correu és cjcocacirera del Gmail (gmail.com).

Cordialment,

Carles Coca i Cirera
Sant Jordi (Mallorca) (però lleidatà)

REMBRANDT VAN RIJN

REMBRANDT VAN RIJN